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Verde botella de cerveza, luz amarilla de farol de calle, el tamarisco envolviendo el foco dándole un tinte amarilloverdoso. Sabor a menta, el repique de los platillos de Ábalos acompañando cada vuelta, y un frío agradable que se mete por los ojos y llena el alma de nostalgia. El tacto de los jeans, confortable y conocido, las converse negras todas rotas. Una atmósfera de blanco y negro y gusto a vodka salta de golpe y Cobain hace estallar su grunge en la calle. Marlboro mentolado en el aire. Y Led Zeppelin y Floyd y los Doors y Alice in Chains y Queens of the Stone Age y todo pasando como una calesita sobre las ruedas del auto, mientras los motores del corazón suenan cada vez más fuerte, y la sonrisa amarga dibujada en los labios vira a alegre y viceversa, y las manos se aferran al volante para no perder el maravilloso equilibrio de música y recuerdo que ambienta, suave, la vuelta del perro.