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improvisando

I.
como el preso de Nantes 
a él le sueltan los grilletes las muchachas florecientes
en sus lunares reposan labios amantes
pero él siempre se escapa gallardo, honroso y promete un beso 
que sabe que no va a dar orgulloso
no quiere el camino de regreso.

II.
Baudelaire tenía razón.
Siempre la tiene, mi francés ebrio, en sus devaneos de noche y fiebre, en sus versos demoníacos, me acompaña y me eriza y me toca mejor que cualquier amante su poesía maldita.
Será que en semejante lodazal de recuerdos sólo podemos aferrarnos al vicio de la dejadez y erotizar la mente solitaria cuando ya no hay decoro que sostener frente a la propia desazón

haiku largo de dos mundos

 yo no conozco la selva

vos colores yo hojas secas

vos humedad, neblina verde, yo el aire seco y frío de la meseta

olor a café y olor a jarilla de cuando llueve en el valle

música de agua y música de viento

las espinas y el botón de oro en el valle

la selva y la montaña besándose en la neblina

pájaro que alborota en la copa, el cerro que vigila

silencio y otoño, dorado y rojo sangre

y el cielo azul de la tarde que te espera.

yo sólo puedo escribir lo que siento

si no lo siento no existe

así como dejé de escribirte, dejaste de ser

y solté tu amor como una paloma sin mensaje

que el aro de la pata lo lleva oxidado y a medio caer

y que no sabe llegar a otro lado que no sea siempre uno distinto.

de hace mucho

 

Un cristal/memorias del tiempo, girando

No pasa, sin embargo, cuando la sal dibuja

Lágrimas en tu piel y una constelación (que puede ser cualquiera) en tu espalda

El aire es un vacío frente a tu aliento, no existe ni toca mi esfera de quieto placer, no puede romper el cristal en la noche, ni la clepsidra de tu boca

Ya no busco un horizonte, quiero un abismo

Quiero un mar quiero ese color de los sueños

No quiero ideales, quiero un par de ojos esperándome

Detras del espejo del deseo.

yo pensé tu nombre antes de saberlo.
lo pensaba y me molestaba. por qué pensaba en ese nombre? qué tenía que ver conmigo?
como si fuera una polilla revoloteando en la luz, día y noche, me asaltaba la palabra, la rumiaba y la evitaba.
qué presentimiento advenedizo! qué sílabas intrusas! 
pedí amablemente que se retire, con su aguda acentuación y su calidad de histórica índole.
pero no quiso irse. comprendí que debía cruzarme, inevitablemente y como otras veces, con algo de alguna forma relacionarlo, con una sensación de haber estado donde no estuve nunca, con una ansia trémula de desanudar esa tortura.
y cuando lo vi dibujado sobre tu arte, lo único que sentí fue una claridad y una certidumbre, como si la piedra hubiese impactado con el gigante justo a tiempo, y cayera donde tenía que caer la victoria de la espera.
lo deletreé en mi lengua, saboreé su intensidad divina, y decidí que se iba a quedar conmigo, darle el espacio de la duda y la razón, y escribirle algo que ya había sido signado...