El cielo es una sábana azul, como un manto virginal de lapislázuli, los pájaros surcan en complejas acrobacias, en una coreografía hipnotizante a pesar de cotidiana.
Pero él ya no lo ve
El río hace remolinos en las pequeñas islas,
los coipos nadan con apenas la nariz fuera del agua, las garzas quietas en las
ramas, el olor del aguaribay
Pero él ya no lo siente
La noche es una mano fría que me toca la
mejilla, el grillo que insiste es un canto a la tristeza.
La luna es una sábana y él es un susurro
Las estrellas son lágrimas y él ya sólo es recuerdo